viernes, 16 de octubre de 2015

ANIVERSARIO

Se cumplen 40 años de la maniobra de Marruecos que acabó con el Sáhara español

Marcha Verde: el polvorín del Sáhara que certificó el último aliento de la dictadura

Marroquíes durante la Marcha Verde.
La maniobra del rey Hassan II de Marruecos para forzar la anexión del territorio saharaui con una marcha pacífica, estuvo inspirada por Estados Unidos y financiada con dinero saudí
Con Franco agonizante, el príncipe Juan Carlos asumió la jefatura del estado en funciones. Viajó a El Alauín con el objetivo de preservar el honor del ejército, aunque sabía que la suerte estaba echada
La Historia puso ante Franco en sus últimos días ante un conflicto peliagudo: la cuestión del Sáhara y el contencioso con Marruecos. Tras el dictamen de la Corte de Justicia de la Haya, contraria a las tesis marroquíes respecto al Sáhara, Hassan IIanunció a última hora del 16 de octubre de 1975 la organización de la Marcha Verde: la manifestación de un millón de marroquíes que penetraría pacíficamente en el Sáhara para exigir su incorporación a Marruecos. Detrás de esa maniobra estaba la asesoría logística norteamericana, el dinero saudí y las presiones de ambos, unidas a las de Francia y a las de la Liga Árabe.
Horas después, el día 17 de octubre, el Consejo de Ministros decidió ceder ante el envite marroquí. La dictadura, en pleno descrédito internacional, no podía llevar adelante el referéndum del Sáhara contra viento y marea. Más aún, el Frente Polisario, portaestandarte de la independencia saharaui, no contaba precisamente con las simpatías de Madrid por sus atentados y secuestros.
Con todo, oficialmente, se seguía apoyando la autodeterminación y Jaime de Piniés, representante de España ante la ONU, declaraba el 20 de octubre que se cumpliría el compromiso de organizar el referéndum en el Sáhara y de rechazar, incluso militarmente, la Marcha Verde.

Días de incertidumbre

El Régimen se debatía en un mar de dudas y presiones. Marruecos, Mauritania y sus patrocinadores apretaban para que abandonara el territorio ante el avance de la Marcha Verde; al tiempo, Argelia y el Comité de Descolonización de la ONU exigían que España mantuviera sus compromisos y llevara al territorio el referéndum de autodeterminación. Y, en pleno temporal, el 28 de octubre, Franco sufrió una gravísima hemorragia estomacal y se abrió paso la idea de que sus días estaban contados.
El 30 de octubre don Juan Carlos hubo de asumir nuevamente la jefatura del Estado en funciones. Se ha dicho que en los amargos meses transcurridos desde su anterior interinidad al frente del Estado había jurado que nunca más volvería a aceptarla, pero volvió a hacerlo, quizá convencido de que esta vez iba a ser definitiva.
Si la situación política resultaba sumamente compleja, no era menor laincertidumbre en la calle, donde se respiraba ese clima de transición al tiempo que se temía una guerra contra el país vecino. Por su parte, el Ejército estaba confuso y nervioso. Los mandos superiores sabían que el Sáhara iba a ser abandonado, pero no podían salir de allí corriendo: debían cubrir las apariencias y, por tanto, a pocos kilómetros de la frontera con Marruecos y en un estrechamiento de la zona practicable para el movimiento de masas, se organizó un campo minado con el propósito de frenar la Marcha Verde a unos pocos kilómetros de la frontera.
Yo había llegado a El Aaiún el 18 de octubre enviado por Cambio 16, a raíz del anuncio de la Marcha Verde. En la capital del Sáhara se vivía una atmósfera enrarecida. Por un lado, los militares, para evidenciar la firmeza de los propósitos españoles, permitieron la presencia de periodistas en el tendido del campo de minas y realizaron numerosas declaraciones sobre las garantías españolas en la salvaguarda de los derechos de los saharauis. Al tiempo se produjeron choques entre patrullas españolas y grupos militares marroquíes infiltrados en el territorio o con guerrilleros del Frente Polisario.
La población local era incapaz de comprender lo que pasaba; por un lado, atendía las consignas del Polisario, por otro, veía cómo sus representantes en las Cortes escapaban a Marruecos; percibía cómo al Sáhara llegaban refuerzos militares al tiempo que en el puerto y el aeropuerto se acumulaban las pertenencias de las familias españolas que se disponían a abandonar el territorio.

Salvar el honor

Y en ese momento, por sorpresa, el domingo 2 de noviembre, a las 11 de la mañana, don Juan Carlos aterrizó en El Aaiún, acompañado por altos representantes de las Fuerzas Armadas y cargos civiles relacionados con el Sáhara. Tras los correspondientes honores militares, todos se reunieron en el cuartel general del Estado Mayor. Allí se expuso la situación en España, los acuerdos del Consejo de Ministros, las presiones internacionales y el propósito final de abandonar el territorio..., pero se salvaguardaría el honor del Ejército: la Marcha Verde no rebasaría la línea minada.
A continuación, don Juan Carlos y su séquito se trasladaron al acuartelamiento del Tercio Juan de Austria, a las afueras de la ciudad. Allí presentó una ofrenda floral a los caídos de la Legión.
Una hora más tarde se reunía en un almuerzo organizado en el Casino Militar con los jefes y oficiales de las fuerzas destacadas en el Sáhara, a los que dirigió unas pocas palabras de ánimo con final sibilino. A las 16.00 horas, Juan Carlos emprendía vuelo de regreso a la Península. La exégesis de su intervención sirvió a los más avisados para concluir que el jefe del Estado en funciones, sabiendo que su entronización sería inmediata, pretendía proteger la imagen del Ejército y ganarse a sus jefes y oficiales -cosa que consiguió-, pero que la suerte del Sáhara ya había sido decidida sin consulta alguna.
Mientras, en Madrid y Rabat, españoles, marroquíes y mauritanos arreglaban los últimos flecos del acuerdo sobre el Sáhara, y el 6 de noviembre la Marcha Verde cruzó la frontera y avanzó hasta la línea minada. Allí les oímos cantar por la noche alrededor de las hogueras, hasta que nos aburrimos y, helados, regresamos a El Aaiún. Cuatro días duró su estancia al norte del campo de minas: el día 9, Hassan II estimó que Marruecos había logrado su propósito y, "sin vencedores ni vencidos", el día 10 los manifestantes comenzaron a regresar a su tierra. El 14 de noviembre se firmó en Madrid la transferencia de la administración del Sáhara Occidental a Marruecos y Mauritania.
Franco murió el 20 de madrugada y horas después el jefe de Gobierno, Carlos Arias, leyó su testamento en el que pedía para don Juan Carlos "el mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado y le prestéis en todo momento, el mismo apoyo y colaboración que de vosotros he tenido". Así, el príncipe de España cerró aquella segunda interinidad como jefe del Estado para hacerse cargo del trono el 22 de noviembre de 1975 y pilotar la Transición española

sábado, 3 de octubre de 2015


INTERNACIONAL

Acciones militares en Siria | Informe gráfico

Continúan los bombardeos sobre suelo sirio, los ataques se dirigen a posiciones del Estado Islámico cerca de la ciudad de Palmira. Además se ha bombardeado Idlib, el noroeste de Alepo y Hama.

Siria, un país dividido por el conflicto

Mapa para 03 octubre

Los aparatos militares que Rusia utiliza en los bombardeos

Aviones
Según fuentes oficiales rusas, en los ataques aéreos han participado bombarderos Su-24 y Su-25. Los aviones llevaron a cabo diferentes misiones en las que bombardearon instalaciones terroristas.

Un biplaza destinado a permanecer en su inventario hasta bien entrado este siglo

SU-34
Todas las bombas inteligentes rusas portan el acrónimo KAB por "Korrektiruyemaya Aviabomba", o Bomba Aérea de Trayectoria Corregida. Los Su-34 podrían estar empleando alguna de las variantes de la KAB-1.500, bombas planeadoras de largo alcance de guiado electro-óptico (TV) o capaces de cambiar su trayectoria por emisiones de radio dirigidas por un operador.

FUENTE: ISW, Globalsecurity.org, New York Times, The Telegraph, BBC y agencias.

HOLOCAUSTO JUDÍO

Israel los reconoció con el título de 'Justo entre las Naciones'

Los Schindler asiáticos

Ho Feng Shan, cónsul de China en Viena (izqda.), y Chiune Sugihara, cónsul japonés en Kaunas, salvaron a miles de judíos del Holocausto. 
Decenas de miles de judíos se salvaron del Holocausto gracias al cónsul de China en Viena y al de Japón en Kaunas
Emitieron de 6.000 a 22.000 visados y cada uno servía para una familia entera
En uno de los periodos más oscuros de la Humanidad, con las tropas nazis adueñándose de media Europa, la pluma de dos diplomáticos asiáticos rubricó la suerte de millares de judíos que, gracias a su intermediación, pudieron escapar de una muerte casi segura.
Aunque es imposible determinar el número exacto de los que salvaron, se estima que Ho Feng Shan, cónsul chino en Viena (Austria), y Chiune Sugihara, su homólogo japonés en Kaunas (Lituania), emitieron de 6.000 a 22.000 visados entre ambos, una cifra que no refleja la magnitud de su acción, ya que uno solo de esos documentos podía servir como salvoconducto para una familia entera.
Sin embargo, la hazaña de los Schindler de Asia apenas es conocida (todo lo contrario que la del empresario alemán Oskar Schindler). Mientras que Ho terminó llevándose el secreto a la tumba, Sugihara sólo recibió un merecido reconocimiento hacia el final de su vida.
Nacidos a principios de siglo, sus orígenes eran bien diferentes. Ho provenía de una pobre zona rural y Sugihara creció en el seno de una familia acomodada, pero ambos eran aplicados estudiantes que, tras la universidad, iniciaron su carrera diplomática. Fue en las postrimerías de los años 30 cuando recalaron en Europa, con Ho ocupando su cargo vienés en 1938 y Sugihara el de Kaunas un año después. Y fue también en ese mismo año cuando las naciones reunidas en Evian (Francia) decidieron no refugiar a los judíos que huían de los nazis.
"Nadie los quería", apunta Glenn Timmermans, especialista en el Holocausto de la Universidad de Macao. "Pero ellos decidieron contravenir las órdenes directas de sus respectivas embajadas, y cada uno por su cuenta empezó a ayudarlos aun a riesgo de hacer peligrar su carrera".
Se estima que, en dos años, Ho expidió entre 4.000 y 12.000 visados con destino a Shanghai, una ciudad ocupada entonces por los japoneses pero cuyo puerto permanecía abierto a todos y carecía de controles de inmigración.
Aunque no se necesitaba un visado para entrar, sí que era fundamental para que los judíos pudieran salir del país. Por eso, algunos emplearon este documento para viajar a Shanghai, mientras que otros lo utilizaron para obtener una visa de tránsito y recalar en un tercer país como Estados Unidos o Filipinas.
Eric Goldstaub contaba con 17 años por entonces. Tras pasar semanas de puerta en puerta buscando un visado, fue Ho quien finalmente se lo concedió. "¡Qué sorpresa nos esperaba! Una agradable recepción, una sonrisa amistosa y un mensaje: traed vuestros pasaportes y os daré un visado para nuestro país", escribió en sus memorias. Él fue una de las 20 personas de su familia que pudo abandonar Europa gracias al cónsul chino.
El rumor de que Shanghai era un lugar seguro y de que un cónsul estaba dispuesto a ayudarles se extendió rápidamente, y hasta mayo de 1940 Ho continuó con su labor. "Viendo a los judíos condenados era natural sentir compasión por ellos", declaró el diplomático en una ocasión.
Mientras, en la Kaunas ocupada por los soviéticos, la situación no era mucho mejor. Tanto los judíos locales como aquéllos provenientes de Polonia estaban en una situación desesperada, y en Sugihara muchos encontraron su salvación. Si Ho utilizó Shanghai como vía de escape, Sugihara echó mano de una treta similar.
Japón sólo podía ser un destino de paso a un tercer país, y los requisitos para lograr la autorización eran difíciles de cumplir. No obstante, el cónsul nipón hizo caso omiso de las exigencias de su Ministerio y comenzó a expedir visados válidos para 10 días de tránsito en Japón. Se calcula que entre 2.000 y 10.000 judíos abandonaron así Lituania y, tras cruzar Rusia en el Transiberiano, llegaron a un país donde algunos permanecieron durante la guerra mientras que otros fueron enviados a Shanghai.

Tras el fin de la guerra

Tras la contienda, cada uno continuó con su vida. Ho, que siguió al bando nacionalista en su huida a Taiwan, fue diplomático en varios países más para luego retirarse en San Francisco, donde murió en 1997. Tras su entierro, su hija Manli Ho comenzó a investigar la vida de su padre y sacó los hechos a la luz a raíz de una persona que le contactó.
"Durante su vida, mi padre ni buscó ni recibió reconocimiento alguno por lo que hizo. Como otros tantos, no pensó que había hecho algo particularmente heroico. Hizo lo que debía hacer, de acuerdo con su corazón y su conciencia", declaró Manli a este diario.
Por su parte, Sugihara renunció a su carrera tras año y medio en una prisión europea y se dedicó a los negocios en Rusia, donde vivió 16 años. Tras jubilarse, volvió a su Japón natal y, en 1986, falleció.
En 1985, Israel otorgó a Sugihara el título de 'Justo entre las Naciones'. Ho también lo recibió a título póstumo en el año 2000.
Estos días, una exposición sobre el gueto de Shanghai en la ciudad de Hong Kong recuerda a estos dos hombres.
"Es impresionante la cantidad de familias que lograron salvar", reconoce la organizadora de la muestra, April Kaminsky. "Con una simple firma en un papel, cambiaron el destino de millares de personas".