lunes, 20 de julio de 2015

RELATAR LA MEZQUITA

Día 19/07/2015
El cinismo es uno de los combustibles de este chiringuito oportunista e ideológico
Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad. El axioma sigue vivo pese a su ya larga historia desde que fuera vertido a mitad del siglo XX por un cruel virtuoso de la propaganda. Cada vez que el debate artificial y pernicioso de la Mezquita-Catedral embiste, los patrones se repiten. Lo hace carente de fondo absoluto, pues no existen argumentos que permitan la discusión en ese plano salvo la expropiación pública de este bien que ningún político tiene bemoles de acometer en un estéreo ejercicio de coherencia y supina irresponsabilidad. La bola sigue agrandándose en las formas. Es un bucle que va ganando espacio y tiempo. Va saltando de nivel político por una cama elástica con piruetas de economía de escalas, y machaconamente persiste en el tiempo sin más variante que el convencimiento por los prejuicios, la ignorancia y el aburrimiento. Ni tan siquiera los hechos del pasado, las hemerotecas, los actos reglados y jurídicos suscritos y aireados se someten al escrutinio del sentido común, la razón o la vergüenza. El cinismo es la gasolina que mantiene activo este rentable chiringuito ideológico, oportunista y megalómano cuyos efectos colaterales recaen, entre otros, sobre el motor de la principal actividad de Córdoba y presta servicios a intereses aún por definir en esta historia.
A base, todo, de insistir en que la Iglesia «se ha apropiado de la Mezquita» y se la ha «quitado a los cordobeses» (sic) con la «inmatriculación de 2006 por 30 euros» que permitió «el Gobierno de Aznar» mediante una reforma «inconstitucional» de la ley hipotecaria, mantenedora de preceptos «franquistas» gracias a los cuales «el Cabildo se forra de dinero sin pagar impuestos» y «encima las administraciones públicas le dan millonarias subvenciones para que arregle el templo» para que luego «borre la palabra ‘mezquita’» y «ponga en peligro la declaración de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco» por una «pésima gestión»... No falta ni un ingrediente en el plato. Usted como yo ha escuchado este relato fabricado, ha olisqueado este plato precocinado que se repite hasta la saciedad. Multiplicando decibelios y papel, entrando en los grandes salones de lo políticamente correcto, en la agenda oficial, en la gauche caviar o los nuevos experimentos políticos que buscan la nueva izquierda sociológica desde el ruido.
Nadie ha sacado un papel hasta ahora que demuestre que la Mezquita-Catedral era pública y la «robó» la Iglesia. Nadie ha podido desmontar históricamente lo ocurrido desde 1236 hasta aquí. Ni que la inmatriculación en 2006, en pleno gobierno Zapatero, al que nadie menciona, fuera ilegal. Que esa ley sea inconstitucional. O que haya habido un atisbo de mala gestión en un recinto que en 2014 ha batido todos los récord de asistencia, posea una muy considerable opinión de sus visitantes, tenga un impacto en la ciudad de 300 millones con carga social y haya recibido parabienes de la Unesco por ello. O que el concepto ‘mezquita’ no esté en los folletos turísticos. O que el Cabildo no pueda recibir ayudas para la conservación de un bien abierto al público, como reza en la ley de patrimonio. O que estemos ante la principal demanda de los cordobeses, con un 30 por ciento de tasa de paro.
Que Susana Díaz hable de «barbaridad» sobre la inmatriculación con la gestión pública de la Junta en la Alhambra en un proceso judicial y su directora cesada e imputada no es más que el reflejo de lo dicho. Que la hoy consejera de Cultura y ayer «alcaldiosa», Rosa Aguilar, diga «apuesta decidida» por hacer pública la Mezquita en un «largo diálogo» —en el que, por cierto, trabaja desde hace tiempo por mandato de Díaz—, es intolerable...
Cuando Cajasur era de la Iglesia y los partidos no pagaban los préstamos, se cobraba por estar en silencio en las asambleas o consejos, se gozaba de los beneficios del staff o del respaldo a «mis» alcaldes..., entonces, nadie se acordó de que en Córdoba había una Mezquita-Catedral. Hoy, ya ven qué pasó con Cajasur.

No hay comentarios:

Publicar un comentario